“Conocer tanto al medio al que se envía la idea como al editor y/o editora que tomará la decisión acerca de publicar o no la historia”
Antes de empezar con lo específico del cambio climático, la gran historia del siglo XXI como le gusta decir a James Fahn (académico de periodismo en la Universidad de California Berkeley y director ejecutivo de la Earth Journalism Network) una idea general previa a la presentación de cualquier propuesta de nota a un medio gráfico de comunicación: conocer tanto al medio al que se envía la idea como al editor y/o editora que tomará la decisión acerca de publicar o no la historia. Para decirlo rápidamente no es lo mismo un medio nacional privado para un público general, que un medio internacional con un público regional (por ejemplo, si es de alcance latinoamericano hay que estar atento al lenguaje a usar), que un medio de los llamados de nicho, que tiene un público particular con un interés central (que puede ir desde la militancia ecológica al empresariado). Incluso dentro de cada medio hay editores y editoras que tienen distintas sensibilidades y por ello son más o menos proclives a algunos temas. Conocer al interlocutor y al público potencial es parte de un trabajo insoslayable para no apuntar a un blanco que no existe.
El cambio climático es un proceso que mezcla hechos que la ciencia integra en un continuo para hacer predicciones con personas (y animales, y vegetales, y ecosistemas) concretas que lo sufren sea directamente por un episodio extremo (inundaciones, huracanes, olas de calor, sequías y demás) o indirectamente a través de mal funcionamiento de las economías, problemas en los sistemas de salud y demás. Ahí, entonces, ya tenemos dos posibles vertientes de historias. Los científicos y el resto de las personas, los mortales, los ciudadanos.
Pero no tan rápido. Lo curioso –bueno, no tanto- es que los científicos y activistas ecológicos que trabajan en el cambio climático también son seres humanos. Y ellos también son sujetos posibles de historias en primera persona. No sólo como posibilidad de entrevista, un género periodístico que se puede usar también a la hora de contar el cambio climático, sino también como sujetos potenciales de historias en primera persona. No significa que toooodos los científicos tengan una historia interesante para contar (no todo el mundo es Jane Goodall), pero sí que es una posibilidad a explorar, o a tener en cuenta. ¿Van al campo, a la selva, a los mares a investigar; cómo es la vida cotidiana allí? ¿O son personas de laboratorio y conferencias (lo cual también es un rasgo a explorar)? Las historias humanas, que generan empatía, también tienen potencial de ser aceptadas por público y editores.
“Un desafío extra para la cobertura periodística del cambio climático es la comunicación de la incertidumbre. Como en otros aspectos –de la vida y la ciencia- las certezas y el conocimiento están entremezclados con muchos periodistasambientales.org 3 datos y procesos que resultan desconocidos, o que están recién camino a consolidarse.”
“En el caso de llevar trabajos científicos a los medios gráficos hay que leer el artículo original y no olvidar consultar a expertos que no hayan sido parte de la investigación.”
-Revistas e informes científicos: los científicos están todo el tiempo publicando papers o trabajos científicos en revistas que tienen revisión de pares y un intenso sistema de rankeo y tabla de posiciones. Llevarlos a los medios gráficos es algo que se hace casi de manera cotidiana. Conviene, en esos casos, leer el trabajo (no sólo el resumen generado por la prensa de las instituciones, ya que no siempre son enteramente concordantes), entrevistar a alguno de los científicos involucrados y no olvidarse de pedir opinión a algún otro experto del área que no haya participado del estudio particular; caso contrario, se corre el riesgo de ser parcial y no poder analizar bien qué tan bueno o importante es lo que se plantea (el periodismo tiene una función crítica que es menester ejercer).
-Si bien puede resultar peliagudo, otro aspecto a considerar son las reuniones y congresos internacionales. Posiblemente las cumbres de cambio climático que organiza la ONU sean de las más famosas, pero hay muchas más. De hecho, es posible que otras, que tengan una escala más humana y no sean monstruos de 40.000 acreditados, resulten más amigables para generar historias. Sin embargo, las COPs (la última debió haber sido en Santiago de Chile, y terminó en Madrid en diciembre de 2019, por los graves problemas sociopolíticos chilenos) suelen estar repletas de historias. Allí hay además de las negociaciones políticas –más para interesados en relaciones diplomáticas que en ciencia y ambiente-, hay toda una pléyade de cosas que pasan dentro y en los alrededores: desde la presentación de estudios científicos a acciones de la sociedad civil, además de stands de países y organizaciones que hacen que un poco se parezca a una gran feria internacional. Entre otras cosas, es un lugar llenísimo de fuentes.
-Desde el increíblemente precursor La primavera silenciosa, de Rachel Carson, publicado en 1962 con datos sobre el problemático uso de agroquímicos, los libros son una fuente no sólo de conocimiento que puede ser usado en cualquier momento sino que también podrían ser centrales para contar una historia. Si son de reciente publicación, además, sirven como gancho noticioso o de actualidad que otorga la excusa perfecta para su publicación.
-No hay que creer que el cambio climático es algo que está allá fuera y que pertenece al ámbito de la naturaleza y la gente que trabaja en el campo o vive en bosques: las ciudades son de los lugares más afectados; por ejemplo, por las islas de calor, colapso de infraestructura, anegamientos. En ese sentido, lo que ahí ocurre también es una fuente de historias para contar.
-Además de las instituciones científicas, las ONGs que trabajan en ecología realizan mucho trabajo de investigación y son generadoras de noticias. No todas cumplen altos estándares científicos, pero sí la mayoría, de modo que suelen ser lugares confiables a los que recurrir. Como fuera, lo dicho para los papers: siempre hay que incluir al menos una voz independiente para no cometer el delito de gacetillismo (escribir una nota periodística que podría pasar por el anuncio oficial de algo que busca publicitar una institución, por ejemplo).
-Uno de los apotegmas del periodismo -muchas veces burlado- es que los colegas no son fuente; es decir, que no se pueden citar en una nota. El precepto es, en líneas generales, correcto. Pero eso no tiene que eclipsar el hecho de que hablar con colegas, compartir información, pareceres, es una de las actividades más enriquecedoras que existe en la profesión. De modo que hablar con ellos, aunque sea para disentir, genera impresiones respecto qué notas se piden, qué formas tienen más repercusión y qué funciona y qué no, entre mil cosas más.
“Aunque no parezca, los temas de cambio climático son muy visuales así que, según el medio, suele ser buena idea aprovechar para hacer gráficos, animaciones, videos, gifs y otras visualizaciones para ver desde los aumentos periodistasambientales.org 5 de la temperatura en alguna región en particular hasta los cambios en los patrones de lluvia, o los cultivos que dejaron de o empezaron a plantarse en determinado lugar.”
-Otro lío importante de la temática ambiental y de cambio climático en particular es la enorme, desagradable, cantidad de siglas que se usan y muchas veces se dan por sentado. Conviene no perderse ni perder al lector entre UNFCCC, COP, PPM, IPCC, INDC, CDB, REDD, WWF y decenas y decenas más. Lamentablemente, el periodista sí debe conocerlas.
-Además, aunque no parezca, los temas de cambio climático son muy visuales así que, según el medio, suele ser buena idea aprovechar para hacer gráficos, animaciones, videos, gifs y otras visualizaciones para ver desde los aumentos de la temperatura en alguna región en particular hasta los cambios en los patrones de lluvia, o los cultivos que dejaron de o empezaron a plantarse en determinado lugar.
-El periodismo gráfico se maneja a la hora de recibir propuestas con un género esquivo que se llama “sumario” (pitches, en inglés) donde se le debe presentar al editor en un párrafo las intenciones de la nota, quizá a quién entrevistar y por qué es importante el asunto. Hay que ingeniárselas para seducir a ese primer lector que es el editor de que el tema es importante, novedoso, que valdrá la pena ser publicado y leído. Todo un arte. A veces puede ser más un requisito burocrático que un elemento que sirva en la comunicación entre redactor y editor, pero es innegable su utilidad.
-Ir al revés: para tratar de ver la fórmula, o el estilo, o las herramientas de alguien que comunica un tema particularmente bien se puede practicar la llamada “ingeniería inversa”, que busca determinar diseño y procesos de fabricación a través del producto terminado. Se usa bastante en programas de computación y sería el método si se encontrara –esto es ficción- un artefacto en un planeta desolado: ¿cómo, con qué materiales, lo hicieron? Del mismo modo se puede hacer con una nota o pieza periodística que resulte buena: tratar de rastrear cómo se hizo, de qué fuentes se nutrió, qué recursos literarios usó (si acaso), qué tipo de elementos visuales sumaron para que la nota tuviera una buena factura. (Y lo mismo se puede hacer cuando algo no nos gustó en particular: tratar de diseccionar en qué se falló, a quién no se consultó y de qué cosas careció el artículo en particular.)
-Una última es tratar de desarrollar la percepción: esto es poco científico, en el sentido de que no está bien definido, pero se trata de intentar “oler” qué está pasando, sea a través de charlas ocasionales, un paseo por redes sociales sin una meta en particular, o incluso mientras se lee literatura o un ensayo no relacionado.
Ahora sí, por último: hay un problema con el cambio climático que no es inherente al modo en que se comunica sino que tiene que ver con algo más profundo, el modo en que el cerebro humano percibe el riesgo. Se puede ver durante la pandemia de coronavirus: un peligro actual se ve de modo diferente mediatizado que cuando efectivamente está tocando a la puerta (pasa por ejemplo con la percepción del riesgo de fumar). Durante mucho tiempo, el cambio climático fue algo demasiado abstracto, como el lobo que puede venir a tocar la puerta pero nunca llega, una buena pipa llena de gráficos y racionalizaciones científicas. Contra eso no hay mucho que se pueda hacer hasta que no sea demasiado tarde, pero está claro que sí vale la pena intentarlo.
Buena suerte.
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Periodista Científico
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Conoce los requisitospara hacerlo.
En momentos de crisis, el periodismo juega un rol fundamental a la hora de informar con responsabilidad y más que nunca, involucrar a la sociedad en la lucha contra el cambio climático.