Greenwashing: Las apariencias engañan

La única forma de discernir la realidad detrás de las afirmaciones es educarse sobre cómo se usa el Greenwashing. Lo que parecen cambios dirigidos a velar por el medio ambiente son en realidad subterfugios que se aprovechan de esa concienciación ciudadana para conseguir alguna ventaja o beneficio económico.

Durante los últimos años, las estrategias dirigidas a concienciar a la población acerca del cambio climático y el calentamiento global han dado buenos resultados. Y es que, al menos desde la ciudadanía, y como consumidores, hemos iniciado a dar pequeños pasos en dirección al reciclado y a la disminución de nuestra huella de carbono.

Asimismo, las grandes y pequeñas empresas parecen haberse concienciado. Sin embargo, muchas apariencias a veces nos engañan. Sucede que, en algunos casos, lo que parecen cambios dirigidos a velar por el medio ambiente son en realidad subterfugios que se aprovechan de esa concienciación ciudadana para conseguir alguna ventaja o beneficio económico. Esto es lo que se conoce como Greenwashing.
No es un término nuevo. Según la Enciclopedia de Responsabilidad Social Empresarial, el ambientalista Jay Westerveld acuñó esta palabra en un ensayo de 1986 para referirse a la industria hotelera que promovía que los huéspedes reusaran las toallas como medida de cuidado del medio ambiente cuando en realidad el objetivo era ahorrar. El término combina las palabras green (verde) y whitewash (tapadera).

Los patrones más comunes de Greenwashing incluyen a empresas que intentan aprovechar ciertas palabras de moda en los anuncios y en las etiquetas de sus productos como, por ejemplo, «sostenible», «ecológico» y «natural». Esta práctica va en detrimento directo de la empresa si los consumidores consiguen profundizar un poco más y descubrir la verdad, lo que no sucede con tanta frecuencia como podríamos pensar.

Crédito: Brian Yurasits – Unsplash

La única forma de discernir la realidad detrás de las afirmaciones es educarse sobre cómo se usa el Greenwashing. Se ha demostrado que las iniciativas ecológicas benefician a las empresas, sin embargo, pocas situaciones pueden jugar un papel negativo a una empresa tan rápidamente como las iniciativas ecológicas falsas. Malas prácticas como el Greenwashing también afectan a los negocios, que deben tener en cuenta varios riesgos: hoy en día, muchas ONG están observando con mucha atención el trabajo de las empresas y los consumidores son mucho más conscientes de las prácticas de la empresa con respecto al entorno. Dichas maniobras tampoco han pasado desapercibidas por el sector científico, quienes este año pusieron en evidencia por primera vez un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático las estrategias de desinformación. “Quién domina el debate en los medios de comunicación, y lo abierto que puede ser ese debate, es algo que varía significativamente entre los países en función del poder material y tecnológico de los participantes. En países como Australia y Estados Unidos, las empresas de combustibles fósiles tienen acceso privilegiado a los medios a través de la publicidad, moldeando la narrativa de las informaciones de los medios y ejerciendo influencia política” declara el informe del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change 2022). En paralelo, más de 500 científicos firmaron también una carta solicitando a las agencias de relaciones públicas y de publicidad que dejen de trabajar con empresas de combustibles fósiles y que dejen de difundir desinformación sobre el clima. Es la primera vez en la historia que se unen tantos científicos para denunciar el papel de las empresas de relaciones públicas y de publicidad en la crisis climática actual. Existen innumerables casos históricos de greenwashing, por lo que surgen nuevas preocupaciones a medida que se estrecha el cerco en las prácticas insostenibles de las grandes empresas. Las estrategias de descarbonización de las empresas para lograr la neutralidad de emisiones en el año 2050 pueden convertirse en un nuevo foco para el llamado lavado verde.

Crédito: Marek Piwnicki – Unsplash

La ONU es consciente de ello, y para responder a los retos del ‘greenwashing’ ha designado este año un grupo de 17 expertos internacionales encargados de supervisar y asegurar la rendición de cuentas de las estrategias Net Zero en empresas, instituciones financieras y gobiernos locales y regionales.

Casos evidentes de Greenwashing

Una de las principales estrategias que utilizan algunas compañías para convencernos es algo tan simple como el color. Asociamos lo verde con lo sostenible y, por eso, si repentinamente cambian su apariencia y se tiñen de esta tonalidad podemos pensar que se han pasado a un estilo de producción más sostenible.
Una petrolera que cambia toda su imagen a tonalidades verdes y utiliza logos que remiten a formas de la naturaleza, una gran empresa gubernamental que alienta el fin de la comunicación impresa utilizando argumentos falsos sobre la sostenibilidad o una empresa de venta de café que anuncia una nueva tapa para sus vasos descartables.

Cómo evitar ser víctimas del Greenwashing

El greenwashing se manifiesta de varias maneras, y para ser claros, a menudo sucede involuntariamente con las mejores intenciones, pero sin la debida previsión o estrategia.
Parte de las prácticas que podemos asimilar cotidianamente de cara al consumo de productos deberían ser las siguientes:

  • Leer atentamente las letras pequeñas de los envases. El empaquetado puede revelar todo tipo de información sobre cuán ecológico es realmente un producto. Por ejemplo, el producto puede ser empacado en cartón 100% reciclado, pero ¿qué pasa con los ingredientes o componentes del producto real contenido en él? Toma en cuenta que muy pocos productos son 100% ecológicos.
Evitar productos que hagan afirmaciones irrelevantes, como «libres de CFC» (los CFC-clorofluorocarburos- están prohibidos hace más de 20 años).
  • Biodegradables y su fin. Los productos biodegradables son aquellos que se descomponen cuando se exponen a la luz solar, el aire, la humedad, ciertas bacterias u otros organismos. Sin embargo, la mayor parte de la basura termina en vertederos que evitan el contacto de los residuos con estos elementos. Esto evita contaminar el ambiente, pero retrasa el proceso de descomposición. Por eso, una empresa no debería decir que es biodegradable a menos que explique cuánto tiempo le va a llevar el proceso y en qué medida se degradará.

Para seguir leyendo, descarga el artículo completo en PDF.

Créditos y autores:
  • Diego Scaravaglione

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